Organizar un taller no es algo excesivamente difícil. Hay que tener en cuenta varios factores para que todo esté bajo control y salga bien.

Pero es cierto que la cosa se puede complicar cuando el taller es nocturno y, además, en pleno invierno. Ante tales circunstancias, surgen algunas preguntas relacionadas con la climatología, que no tienen fácil respuesta. ¿Hará frío? Estamos en invierno, así que casi seguro. Pero no pasa nada, puede que incluso nos venga bien porque así no habrá tanta gente por la calle. ¿Nevará? Probablemente no, pero si lo hace, puede venirnos bien porque un manto blanco por las calles madrileñas puede darles un toque especial a nuestras fotografías. ¿Soplará viento? Bueno, es posible, sobre todo estando en avenidas, pero lo único que debemos hacer es agarrar mejor nuestro trípode para que no se vaya volando. ¿Climatología adversa? Problema solucionado. O eso parece.

El caso es que, en el último taller de fotografía nocturna que realicé, la climatología no solo no estuvo de nuestra parte, sino que nos puso las cosas bastante difíciles.

Unas semanas antes del día elegido para realizar el taller (jueves, 19 de diciembre) saqué la publicidad de la actividad y, poco a poco, las plazas se fueron cubriendo. Lo tenía todo controlado, gente apuntada, el tiempo, los horarios… Sabía que ese día la hora dorada empezaría a las 17:07, la puesta del sol sería a las 17:51, la hora azul se daría de 18:09 a 18:21 y a partir de ahí, la noche la tendríamos toda para nosotros.

A pesar de todo esto, no podía dejar de darle vueltas a la posibilidad de que ese día lloviese. Y es que un taller callejero nocturno con frío, viento o incluso nieve, puede ser díficil, pero con lluvia… la cosa podía complicarse bastante. Cuatro horas bajo la lluvia con un trípode, una cámara, un paraguas, la mochila y los apuntes a cuestas, podía convertirse en todo un reto.

A tres días vista del taller, ya tenía confirmado el mayor de mis miedos: no solo iba a llover a mares, sino que, además, íbamos a tener a una invitada sorpresa, la borrasca Elsa. Unas ráfagas de viento de 100 km/h que nos iban a acompañar en nuestra aventura, mientras que por seguridad se cerraba el Parque del Buen Retiro, entre otros.

Aunque valoré la posibilidad de suspender el taller y realizarlo más delante, finalmente modifiqué un poco el itinerario y decidí lanzarme a la piscina, nunca mejor dicho.

Llegó el esperado día y allí estaban los aguerridos Conchi M, Elena, Conchi P, Paco, Carlos y Miguel con cuatro horas por delante para pelear contra viento y marea e intentar sacar las mejores imágenes posibles.

Nadie se vino abajo y, aprovechando los fantásticos reflejos (no todo iba a ser malo) que la lluvia nos dejaba en el suelo, les di unas cuantas pautas para que la creatividad aflorase en los diferentes espacios y lugares desde donde estuvimos disparando. Ni qué decir tiene que la gente nos miraba con curiosidad por estar con el diluvio universal sobre nuestras cabezas, hasta el punto de que los reporteros de una cadena nacional, que estaban cubriendo el temporal, nos hicieron unas tomas. ¿Qué pensaría la gente en sus casas al ver a varios malditos locos con trípodes y cámaras bajo aquella tempestad? En realidad, qué más da. Para nosotros lo importante era la vivencia y el resultado.

Os dejo unas muestras de lo que se pudo hacer aquel día como prueba de que estos aguerridos compañeros fotógrafos supieron sacarle todo el partido al taller. Y cómo no, el vídeo que Tamara Rupérez (IG: aratamphoto) nos hizo bajo todo tipo de calamidades y Alberto Paz Molina (IG: @albertopfotoyvideo) ha editado para la ocasión.

Muchas gracias a todos ellos por su entrega, sus risas y cederme su trabajo para mostrarlo aquí. Una vez más pude recordar el por qué me encanta dedicarme a esto de la formación fotográfica.

¡Nos vemos pronto!