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QUIÉN SOY

Buenas. Para que podáis conocer un poco más sobre mí y sobre este proyecto, os propongo dos versiones. Una corta y directa; y otra algo más extensa y personal.

Mi nombre es Juanma Ferreira Morgazo y, además de ser fotógrafo desde finales del siglo XX, soy el responsable de todo lo relacionado con La Maldita Fotografía.

Este proyecto es la herencia directa de uno anterior que nació a finales de 2017, llamado Callejea y Fotea, que dio formación fotográfica a cerca de un centenar de alumnos y alumnas interesadas en aprender fotografía de manera grupal o individual.

Ahora ese proyecto raíz se reinventa con un nuevo nombre y una nueva imagen, adquiriendo nuevos objetivos como la creación continua de contenido a través de web, redes sociales y como no, realización de talleres de fotografía.

Si decides quedarte por aquí y estás interesado/a en aprender, creo que podrás conseguir llegar a disfrutar de La Maldita Fotografía.

“Maldita Fotografía… ¡Maldita Fotografía!” Cuántas veces habré dicho o pensado esto cuando empezaba a estudiar el grado superior de Imagen en el Valcárcel (conocido instituto del barrio madrileño de Moratalaz) allá por 1997.

Yo quería estudiar cine, hacer pelis y esas cosas. Pero no, aquel módulo era “solo” de Fotografía. Bueno, había que apañarse. Mi padre, que unos años antes me había comprado una cámara de vídeo para grabar las colas que hicimos en la Expo ´92 de Sevilla, me volvió a comprar un nuevo artilugio, la Nikon F50 y dos objetivos. Uno para cerca y otro para lejos. Y unos carretes y una bolsa horrible, pero muy práctica que hace poco vendí en Wallapop por 5 euros.

Así que empecé a estudiar fotografía. Por allí me pasaba tarde tras tarde para intentar aprender algo con lo que ganarme la vida. Fueron dos años. El primero fue genial porque conocí a gente estupenda (Susana, Kike, Cris, Antonio, Mayte, Itziar, incluso Ruth), pero el nivel de interés de los profesores que tuve fue penoso. Había clases mejores y peores, pero en general no era algo para recomendar a nadie. A pesar de todo ello, tenía 19 años y ganas de aprender y de divertirme. Y oye, lo conseguí. Sobre todo, lo último.

Así que, poco a poco, empecé a cogerle mucho cariño a eso de hacer fotos y después meterme a trastear con productos químicos que daban como resultado copias en papel de todo aquello en lo que no me había fijado antes de tener una cámara. El primer año no se me dio mal y lo aprobé todo, incluso inglés.

Pasó el verano y seguí haciendo fotos y revelando en casa para poca fortuna de mis padres y hermana (y es que los químicos con los que revelaba olían fatal).

Llegó el comienzo del segundo y último año del módulo y con él nuevos profesores. Y si los del primer año eran pésimos, los del segundo eran sus primos hermanos. Excepto uno, Pedro Gómez Jiménez. Un maestro en toda regla del cual todos los días aprendimos algo.

Y allí estábamos todas las tardes liados con cámaras réflex y de gran formato, cargando chasis con rollos de película infinita y practicando la química que nunca me interesó en el colegio, pero que aquí adquiría un sentido al hacer las diluciones para revelar y positivar nuestras imágenes. 

Llegando ya el final del curso, apareció mi preocupación por saber si estaba preparado para ser fotógrafo. Un día le pregunté a Pedro cómo podía conseguir mejorar en la fotografía y él me respondió con otra pregunta:

– ¿Cuántos rollos disparas al día?.

-No sé, quizás un par de rollos a la semana -Y eso que llevaba la cámara conmigo hasta en el curro. Era encuestador telefónico por aquel entonces-.

  • Pues haciendo un rollo o dos al día, mejorarás.

Y así hice, disparar, disparar y disparar. Y con ello, desesperarme, gritar, reír, conocer clientes maravillosos y otros, por decirlo suavemente, menos estupendos. Así que aquello de unas líneas más arriba: -¡Maldita fotografía! -estaba más presente que nunca. Y es que comer de esto no era, ni es, nada fácil.

Y mientras empezaba en el mundo laboral como fotógrafo, seguía formándome, así que al salir de allí, pasé por una reconocida y cara escuela de fotografía. Tiré el dinero. No aprendí nada.

Después de un tiempo, en el que estaba descubriendo lo complicado que era tener una continuidad en este trabajo, escuché que los desempleados podíamos hacer unos talleres de fotografía de, nada más y nada menos, siete meses y salir de allí especializados en fotografía de estudio.

Eché los papeles, pasé un examen y una entrevista personal y volià, me admitieron.

Y allí también tuve otra gran alegría porque conocí a Manuel Rodríguez, otro gran docente que me ayudó y asesoró más allá de lo que le exigía su puesto. Y además, el curso siguiente me convertí en su ayudante.

Esa fue mi primera experiencia con la docencia.  Vigilaba y repartía los materiales, pero, de vez en cuando, también podía enseñar un poquito de lo que yo ya había aprendido en los últimos años, a todos esos y esas insensatas que buscaban dedicarse a la fotografía.

Así que, poco a poco, el gusanillo de dar formación empezó a crecer, creo que un poco por Pedro y otro poco por Manolo que me enseñaron lo apasionante que puede ser enseñar a los demás todo lo que, hasta ese momento había aprendido. Así que, tras un golpe de suerte, unos meses más tarde me ofrecieron la oportunidad de impartir un taller de fotografía en el barrio de Orcasitas. Estaba muerte de miedo porque, como dijo el presidente Roosevelt en primer lugar y más tarde el tío Ben a su sobrino Peter Parker (por cierto fotógrafo, además de hombre araña): “Un gran poder conlleva una gran responsabilidad” y es que yo soy de los que cree que tener la capacidad de enseñar, formar y educar es un gran poder.

Aquel taller del año 2001 fue el primero de muchos, pero fue en ese primer taller donde empecé a darme cuenta de que la formación era aquello a lo que me quería dedicar. Puede que haya personas que nunca hayan sentido esto mismo pero las que lo hayan vivido, saben que es una experiencia fabulosa.

Y desde entonces he pasado por centros culturales, escuelas privadas y actualmente, ya desde hace unos diez años, por la Universidad Carlos III de Madrid haciendo lo que más me gusta, enseñar a transformar ese pensamiento terrorífico de “Maldita Fotografía”, al no saber qué valores poner en la cámara para que la foto no salga muy blanca o muy quemada o desenfocada o movida, en un “joder, esto me encanta. Mira cómo ha salido”.

Madrid, 2020.

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Ha sido claro, sin tecnicismos innecesarios, ha sabido detectar mis carencias técnicas y de composición y ha dado un importante empujón a mi motivación. En lo personal, muy amable y cercano y super legal. Te hace sentir muy cómodo desde el principio.
Antonio, alumno de iniciación a la fotografía:
Valoro muy positivamente el trabajo de Juanma. Había ido a un par de escuelas de fotografía y la verdad es que no logré sacarle partido a mi cámara por mucho que en su publicidad lo pusieran. en muy pocas horas con Juanma he aprendido a jugar con mi cámara y conseguir sacarle todo el partido que necesitaba. Muy atento y gran comunicador. Lo recomiendo totalmente.
Johan, alumno de iniciación a la fotografía:
Hice un curso de fotografía en B/N y revelado y otro de fotografía digital y no puedo sino recomendarlos. Aprendí muchísimo y aunque me mueva sólo a nivel de aficionado, ahora puedo sacarle todo el partido a mi cámara. Además es una persona que responde, exigente cuando toca serlo pero ameno y divertido como profesor. ¡Fue un placer!
Juan, alumno de revelado analógico e iniciación a la fotografía:
Aparte de enseñarme a manejar mi Nikon de una manera fácil y rápida, sus clases son muy divertidas y se pasa un buen rato practicando. He disfrutado y aprendido un montón de cosas que me costaba mucho conseguir, como manipular los settings para conseguir hacer fotografías al atardecer y por la noche. Ofrece una muy buena base para empezar, e inspiración para seguir.
Sofi, alumna de iniciación a la fotografía:
Juanma sabe transmitir los conocimientos de forma muy clara y supo detectar mis carencias desde el primer momento. Es muy riguroso y estructurado impartiendo el temario, y se percibe desde el primer momento que tiene mucha experiencia no sólo en fotografía sino como profesor. Me ha dado muy buenos consejos, también sobre el manejo de mi Fuji, y estoy deseando apuntarme al curso de foto callejera. Además es una persona muy cercana con la que conectas desde el primer momento.
Antonio, alumno de iniciación a la fotografía:
Un gran profesor al que se le nota que ama la fotografía, pero que también sabe enseñar. Sus clases son muy amenas y divertidas, te explica lo complicado de forma fácil. Tiene el don para hacer que aprendas divirtiéndote.
Máximo, alumno de iniciación a la fotografía:
Es muy profesional y sus clases son muy didácticas.Lo entiendes todo a la primera.
Ina, alumna de fotografía callejera:
Mi experiencia con él como profesor ha sido más que positiva. Aparte de aportarme un más que notable aprendizaje técnico, creo que es una persona que se preocupa por lo que enseña y también por el alumno. Me parece un apasionado de su trabajo y gracias a sus clases consiguió que me gustara aun más la fotografía.
Óliver, alumno de iniciación a la fotografía:
Mi experiencia con él como profesor ha sido más que positiva. Aparte de aportarme un más que notable aprendizaje técnico, creo que es una persona que se preocupa por lo que enseña y también por el alumno. Me parece un apasionado de su trabajo y gracias a sus clases consiguió que me gustara aun más la fotografía.
Óliver, alumno de iniciación a la fotografía:
Cuando me compré la cámara réflex me di cuenta de que no sabía por dónde empezar para hacer fotos. Por casualidad encontré a Juanma, que de una manera muy profesional, pero sencilla, me indicó la forma más fácil de sacarle más partido a mi cámara.
María, alumna de iniciación a la fotografía: